Los medios de información
Una información tóxica
La alegría y cercanía que caracterizan al español autóctono son bien conocidas internacionalmente, destacando más aún la personalidad de los sureños.
El gusto por la fiesta y el ruido ha reforzado el estereotipo que muchos europeos tienen de nosotros, pero desde que en marzo se declaró la llegada
del coronavirus, España parece haber perdido su luz. La confianza y la despreocupación han sido sustituidas por un constante telediario con noticias
sobre el COVID19, pruebas PCR, positivas y términos epidemiológicos.
Los medios de comunicación convencionales han dado cobertura a toda información que remarcase la peligrosidad del coronavirus, dejando prácticamente
en el olvido fallos como los denunciados en México de pacientes erróneamente catalogados de ‘muertos por COVID19’. Las PCR, prueba estrella en España,
no serían -según su propio creador y otros profesionales de la salud- un diagnóstico como tal, lo que nos lleva a sospechar que quizá, el hecho de que
en el BOE se estipulen cargas económicas por positivos y contagiados, sea por un doble interés.
La falta de rigor y pruebas acorde al criterio de muchos usuarios, ha llevado a los internautas a investigar por su propia cuenta. Algunos de ellos se
han organizado a través de plataformas de chats y otras redes sociales, generando protestas, recolectas de firmas, lemas pegadizos e incluso activismo
en espacios como YouTube. No habría sido hasta meses después de estas acciones cuando los telediarios y varios programas lo han visibilizado desde la
crítica más dura y, también, la burla.
Comparando a España con países como Portugal o EEUU, no se ha difundido con la misma eficacia ninguna investigación de rigor o artículo que pusiera en
entredicho aspectos como la gestión del Gobierno ante la ciudadanía, es más: se ha mantenido en emisión programas que exculpaban a Pedro Sánchez de los
desbarajustes del país -como las suculentas donaciones ofrecidas a las televisiones mientras autónomos y contratados veían peligrar su estabilidad laboral-,
ofreciendo como escape del caos informativo más programas insustanciales, películas infantiles e incluso –vía Internet- consumo gratuito de vídeos pornográficos.